Antoni Bassas es uno de los periodistas catalanes en activo más reconocidos, con experiencia en los tres grandes medios: radio, televisión y, actualmente, prensa, como miembro del equipo de dirección y fundador del diario Ara.

¿Cómo definirías el mundo que encontrarán los jóvenes que ahora se gradúan en la Universidad?
La revolución digital está cambiando el mercado de trabajo haciendo desaparecer oficios tradicionales, mientras que los nuevos no se acaban de perfilar. A la vez, en el mundo occidental los salarios han bajado en un proceso de devaluación interna. Para estos graduados, las expectativas de futuro personal y profesional son más inciertas que las de sus padres. Creo, no obstante, que tenemos que mirar el futuro con confianza.

¿Qué motivos señalarías para fundamentar esta confianza en el futuro?
La jovem generación de estudiantes tiene herramientas para salir adelante. Y, además, las generaciones anteriores tampoco lo han tenido fácil. Algunas incluso lo han tenido mucho más difícil que la actual. No ignoro las dificultades, ni los errores del sistema, pero invito a los estudiantes a no sentir nostalgia por un futuro que no han conocido. Porque tengo la impresión que los más mayores estamos transmitiendo a los más jóvenes nuestras angustias, nostalgias...

Esta nostalgia... ¿Crees que es un hecho generalizado? ¿También pasa por ejemplo, en los Estados Unidos?
Los Estados Unidos tienen una forma completamente diferente de abordar la realidad que Europa. Los americanos continúan pensando que todo es posible, a pesar de que esta creencia también tiene grietas. Hay una cosa de los americanos que sí que podemos aprender: la confianza a probar cosas nuevas. Yo les diría a los jóvenes que se pueden abrir camino con esfuerzo, con trabajo, con el estudio, el talento o las ganas de innovar... y con una cosa esencial: saber qué quieren. Hay una pregunta de la que no podemos escapar: ¿Qué quiero hacer con mi vida? ¿Qué me gusta? En qué ámbitos soy más bueno? ¿Cómo me diferencio en el mercado laboral?

¿Esta es la actitud del optimista?
No necesariamente se trata de sonreír ingenuamente. Se trata de asumir que a la vida las cosas cuestan mucho, y que no sirve de nada decirse continuamente que las cosas están muy mal. Tenemos que rechazar la idea que no hay nada a hacer. Es necesario trabajemos para denunciar lo que nos parece mal, que nos movilicemos, que votemos. Es mojarse para cambiar las cosas, comprometerse. Volviendo a los Estados Unidos, es curioso como en una sociedad tan competitiva como esta se valora mucho que la gente se moje, que la gente tenga un ideal que vaya más allá de ganar dinero. Y que sea líder, organizadora. Es lo que vemos en todos los discursos de final de curso, donde se anima a los jóvenes a ser los líderes del mañana.

Para el liderazgo, la comunicación es esencial. ¿Estamos bastante preparados en este ámbito?
La comunicación es básica. Lo estamos viendo con las redes sociales, para las que tenemos que encontrar el lenguaje adecuado. Si no comunicas, no existes. Nos hace falta para convencer alguien, para encontrar trabajo, para explicar una posición. Y para comunicar bien hay un paso previo que es pensar bien. Para hacerlo, es crucial volver a la pregunta “Quién soy yo?”. Esto esencial tanto pensar colectivamente como individualmente. Al final, la comunicación es un instrumento para sacar lo mejor de nosotros mismos y de cada situación. Todo acto comunicativo tiene consecuencias, por lo tanto tenemos que procurar que sean buenas.

En un momento de predominio de la tecnología, ¿volvemos a una cosa tan antigua como la retórica?
Sí, y a la ética, y a la disciplina de la reflexión, del silencio. Necesitamos un silencio entusiasta. Escucharnos a nosotros mismos, pensar antes de actuar.

¿Hasta qué punto consideras importante que los jóvenes, que los estudiantes, estén conectados a lo que pasa en el mundo?
Lo considero fundamental. Mirar de entender el mundo, y de tener una opinión, es crucial. Vemos lo que pasa, pero el por qué nos cuesta. Los medios de comunicación tenemos que ayudar, y sin duda también preguntarnos cómo lo tenemos que hacer para llegar a estas nuevas audiencias.

De tu larga trayectoria hay una cosa que llama la atención. Es esta capacidad para emprender que habéis mostrado tú y varios profesionales del periodismo que creasteis el diario Ara. ¿Cómo viviste este proceso de emprendimiento, que es justamente un valor que el TecnoCampus intenta transmitir a sus estudiantes?
Esto no es una cosa que pase de un día para otro. Como muchas cosas en la vida, ha habido muchos pasos previos. ¿Cuáles son? Pues haber hacer pequeñas empresas, pequeños proyectos profesionales. Y haber fracasado. El fracaso causa dolor, pero también causa conocimiento. Yo he estado en plantilla dos veces: a Ràdio Barcelona y a Catalunya Ràdio. Las dos veces he acabado marchando, ya que entendía que esto representaba un freno para mis proyectos. Entendía que avanzando por mi cuenta podía ser mejor profesional, y que esto me haría sentir mejor personalmente. Si un día entré en el grupo fundacional del diario Ara fue porque antes acepté retos nuevos como presentar un concurso, hacer Alguna Pregunta Més, presentar Els matins de Catalunya Ràdio, hacer de corresponsal en los Estados Unidos...

¿En definitiva, es la idea de no tener miedo a los cambios?
Sí, y tiene relación con el hecho que siempre tenemos que tener un rincón del cerebro pensando en nuestro trabajo. Ser activos, dar vueltas a las cosas. Mucha de las personas que lo consiguen es porque han trabajado más horas que los demás. El talento natural sirve para ir muy lejos, para llegar, pero mantenerse es difícil. Pensar las cosas, estar atento... hacer que el trabajo ya no sea un trabajo, sino una actitud.

¿Se hace suficiente para promover estos valores?
Es muy difícil transmitir tu experiencia a los otros. Todo el mundo necesita experimentar las cosas en su propia piel. Lo que sí que creo que podemos decir a los jóvenes es que a veces estabilidad laboral no es estabilidad emocional. Que de todo te puedes cansar, y que a las grandes organizaciones la capacidad de tener voz propia, de ser creativo, de no estar sepultado por la jerarquía, se hace difícil. Esto, al cabo de los años, puede amargar. Pero sé que esto sólo son palabras, y que la destrucción social que hemos vivido con la crisis pone en cuestión muchas cosas y puede generar muchos temores a la hora de ser emprendedor.

¿Qué entrevistados destacarías por esta actitud?
No es fácil decir un nombre concreto. Personalmente tiendo a valorar aquellos que no tienen miedo o que, aunque lo tengan, miran de dejarlo de lado para sacar adelante sus proyectos.

Este artículo forma parte del tercer número de la Revista Alumni, puedes leer la publicación entera aquí.
 


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